Esta es la carta de Farzad Kamangar, un maestro kurdo de 35 años,
conocido por su trabajo pedagógico y considerado una destacada promesa de la
literatura infantil, torturado, condenado a muerte en la horca y ejecutado en 2008 por su supuesta colaboración
con grupos armados en el Kurdistán iraní.
Zeus, el Dios de los Dioses, ordenó detener al desobediente Prometeo. Así empezó tu historia y también la mía. Tú representas la herencia de los carceleros de Zeus, y, por lo tanto, eres prisionero, día tras día, de los hijos del Sol y de la Luz. Para ti y para mí, la cárcel tiene un significado distinto: somos dos individuos; cada uno a un lado de la pared, con una puerta de hierro y un ventanuco en medio; tú fuera de la celda, yo dentro.
Ahora conozcámonos mejor. Yo soy maestro... No, no... yo soy alumno de Samad Behrangui, aquel que
escribió Olduz y los cuervos, y El Pececito Negro, para que todos aprendiéramos
a caminar. ¿Le conoces? Ya sé que no le conoces. También soy alumno de Khanali,
aquel que nos enseñó a dibujar un sol en la pizarra para que sus rayos
espantaran a los murciélagos. ¿Sabes quién era? Y soy compañero de Bahman
Azizi, aquel hombre que siempre olía a lluvia, aquel hombre que la gente de
Kermanshah y sus alrededores sigue recordando cuando comienza a llover en
otoño. ¿Tienes alguna idea de quién era? Ya me imagino que no lo sabes. Sí, soy maestro y he heredado de mis alumnos la
sonrisa y la curiosidad por preguntar. Ahora que ya me has conocido, háblame de
ti, de quiénes eran tus compañeros, de quién has heredado la ira y el odio que
llevas dentro. ¿Quién te ha dado las esposas y las cadenas? ¿Son de los
calabozos del monstruo Zohak? Háblame de ti. ¿Quién eres? No sólo no me asustas
con tus esposas, cadenas y latigazos, sino que las gruesas paredes de la celda
209, los ojos electrónicos que me vigilan, las férreas puertas… ya no me dan
miedo. No te enfades, no grites, no me golpees con el puño en el corazón,
porque mantengo la cabeza alta.
No me pegues porque canto; soy kurdo y mis antepasados me
han dejado en los cantos e himnos el recuerdo de su amor, su sufrimiento, su
lucha, su existencia… Tengo que cantar y tú tienes que escuchar mi canto,
aunque sé que te molesta. No me pegues porque al andar se escuchan mis pasos;
mi madre me ha enseñado a que los pasos hablen con la tierra; entre la tierra y
yo hay un trato, una conexión que lleno de belleza y sonrisas. Déjame, pues,
que pasee, déjame que oiga mis pasos, déjame que la tierra sepa que todavía
estoy vivo y tengo esperanza.
No me prives de papel y pluma; quiero escribir nanas a los
niños de mi tierra, repleto de esperanza, de los cuentos de Samad [Behrangui] y
su vida, de Khanali y sus deseos, de Ezati y sus alumnos… Quiero escribir,
quiero hablar con mi gente desde mi celda, desde aquí mismo. ¿Entiendes lo que
digo? Sé que te han enseñado a odiar la luz, la belleza y el pensamiento. Pero
no tengas miedo; entra en mi celda, estás invitado a mi gastado y pequeño
mantel. Mira cómo yo invito a mis alumnos, todas las noches, cómo les cuento
cuentos…, pero a ti no te permiten ver, no te permiten escuchar. Tienes que
enamorarte, tienes que convertirte en un ser humano, tienes que estar a este
lado de la pared para entender lo que yo digo.
Mírame y entenderás la diferencia que hay entre los dos. Yo
todos los días dibujo las manos de mi amada sobre la pared de la celda. Cojo
sus manos y siento el calor de la vida, y leo en sus ojos el entusiasmo, la
espera; pero tú, todos los días, con tu porra, rompes esos dedos dibujados en
la pared, sacas esos ojos que esperan y emborronas la pared de negro. Tu mundo
y tu cárcel siempre estarán oscuros, siempre te molestará el don de la luz.
Hace meses que espero ver un cielo estrellado, un jardín de estrellas que rompa
la oscuridad con senderos que van de un lado al otro del cielo. Pero tú llevas
años viviendo en la oscuridad, tu noche no tiene estrellas. ¿Sabes qué
significa un cielo sin estrellas? ¿Qué significa un cielo siempre en la
oscuridad?
Esta vez, cuando haya vuelto a la 209, entra en mi celda,
tengo algunos deseos para ti, no del mismo color de tus oraciones que siempre
están llenas de fuego y miedo al infierno. Mis deseos están repletos de
esperanza, sonrisas y amor. Entra en mi celda para que te hable del orgullo de
mi última sonrisa al pie de la horca. Sé que de nuevo seré el preso de la 209,
mientras tú, con tu alma llena de odio, me seguirás gritando. Y yo volveré a
sentir lástima por ti y por el pobre mundo que han creado a tu alrededor;
seguiré siendo un maestro con la sonrisa de mis niños en los labios.
Farzad Kamangar
Sección de Presos
Infecciosos de la cárcel de Rajaai Shahr de Karach
Gracias Ana Griott.
ResponderEliminarLos vencedores son perdedores, los carceleros ,presos; los grandes maestros, alumnos...
Humildad, amor y esperanza, Farzad Kamangar
¿Cuándo vuelves a Cáceres?
El 23 de mayo estaré en el colegio PROA y el 24 en Valencia de Alcántara... Me quedo hasta el 26, ¿nos vemos?
ResponderEliminar¡Ojalá, sea posible estar a tu disposición! Las fechas y destinos me sitúan.
ResponderEliminar¡Me alegra que vayas a PROA! ¡Qué suerte para los niños y para ti!
Ayer asistí a la presentación de un libro. Te añoré, impaciente, expectante…