Salamanca nunca soñó con tener isla, ni mar, ni manglar. Pero todos esos sueños mesetarios imposibles se hacen realidad en América. Hoy he atravesado el Parque natural Isla de Salamanca por la carretera que une Barranquilla y Santa Marta.
La carretera discurre por en medio del manglar, a veces entre el manglar y la playa. Una lengua de tierra artificial se construyó para sostener la carretera y ha provocado que el flujo entre agua salobre y agua dulce se interrumpa y muchas formas de vida hayan abandonado este lugar.
Fluir es vital. Salamanca ya tiene isla, mar y manglar. Ahora quizá sueñe con sirenas.
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